domingo, 17 de febrero de 2019

Con-Fede-Rado


Llegó el 2019. Como siempre el discurrir se torna lento en verano.

Hubo películas, música, arte en general, varias cosas para comentar.  También reflexiones, pensamientos y esas cosas que nos gusta decir que hacemos. El vaivén de las ideas se vuelve caótico por momentos, pero algunos elementos se pueden sacar en claro de tanto menjunje (pero que linda palabra por favor) de significantes.

Llegó el 2019. Elecciones en la República oriental.

Hay muchísimas cosas que podemos comentar al respecto. Demasiadas. Va a ser un año muy intenso respecto al análisis de los fenómenos comunicacionales/mediáticos. Novick, Sartori, spots publicitarios, el Frente Amplio, internas, Bonomi, Peñarol, Bianchi, el interior, Bolsonaro, Bolsonaro, Bolsonaro, Bolsonaro.

Tengo un montón de ganas de comentar películas, cuentos, música. 

Tengo ganas de ser más disciplinado con la escritura.  Tengo ganas.
Ganas.

Pero hoy voy a comentar algo obvio. Alguien tiene que decir las cosas obvias. Hoy nos toca a nosotros (yo, yo, yo y ese otro). La República Oriental del Uruguay es un país centralista. PAHHHHHHH me zarpé. Con esto se me prenden los focos sobre la cara.

Vamos a mirar muy someramente algunos puntos sobre esta afirmación.

El héroe oriental es Artigas (cada vez soy más incisivo en mis enunciados)

Un pelado confederado que pretendía autonomía para las provincias que configuraban la Liga Federal (como todos ustedes saben (es hermoso imaginar que hay gente que lee esto) en este espacio somos artiguistas y defensores de la hermandad de la cuenca del Plata.

Lo que fue la (Gloriosa) Provincia Oriental, se transformó en la actual pequeña (-y en varios aspectos- carente de sentido) República oriental del Uruguay (el famoso volante central británico “Estado Tapón”). 
El otrora proyecto confederado del narizaguileño Artigas, devino en un pequeño Estado tapón y centralista.

Una idea que se le cayó al que estaba en gran parte de las tapas de los cuadernos y carné que nos daban cuando íbamos a la escuela, fue que una ciudad que tuviera una fuerte estima hacia sí misma, que detentara gran poder político, y que tuviera un fuerte ingreso comercial a través de su puerto, sería una peligrosa candidata a ser capital de un posible estado confederado.
Obviamente, hacemos un estado tapón ¿y qué más? Le damos el poder a Montevideo.

Soy Montevideano, amo mi ciudad, me preocupa la actualidad y el devenir de la misma. Pero creo firmemente en la autonomía. Vivir en la ciudad más grande de un país, tener una cotidianeidad dinámica y saturada muchas veces deriva en una especie de eclipse de ciertas realidades diferentes (y disidentes) que acaecen a la interna de la república.

Ahora… ¿Cuál es el problema fundamental?

Que un pelado de saco y corbata sentado en un sillón en Montevideo tome decisiones muy importantes sobre cosas que suceden en configuraciones de realidad que realmente desconoce (y que probablemente no le interesa conocer) sin siquiera ir a internalizarse sobre las construcciones de sentido a nivel diacrónico en ese lugar. ¿Y entonces?

Que los vecinos, y los pelados sabihondos (y los no tanto, pero que andan cortando bacalao por ahí) oriundos del lugar, tomen decisiones sobre lo que ocurre en su espacio. Coordinar, sí. Cobrar al grito y a la distancia, no.

Como dije, esto es una obviedad. Pero en la tierra que nació pidiendo libertad, independencia y autonomía, no es entendible como aún continuamos casi en un feudalismo centralista: político, educacional, ideológico.

Dudo que alguno de los futuros candidatos a presidente de “orientalia” esté leyendo esto.

Dudo que alguno de los futuros candidatos a presidente de “orientalia” le importe esto.

Hoy me toca decir las obviedades…quizás mañana no.