Llegó el
2019. Como siempre el discurrir se torna lento en verano.
Hubo
películas, música, arte en general, varias cosas para comentar. También reflexiones, pensamientos y esas
cosas que nos gusta decir que hacemos. El vaivén de las ideas se vuelve caótico
por momentos, pero algunos elementos se pueden sacar en claro de tanto menjunje
(pero que linda palabra por favor) de significantes.
Llegó el
2019. Elecciones en la República oriental.
Hay muchísimas
cosas que podemos comentar al respecto. Demasiadas. Va a ser un año muy intenso
respecto al análisis de los fenómenos comunicacionales/mediáticos. Novick, Sartori,
spots publicitarios, el Frente Amplio, internas, Bonomi, Peñarol, Bianchi, el
interior, Bolsonaro, Bolsonaro, Bolsonaro, Bolsonaro.
Tengo un
montón de ganas de comentar películas, cuentos, música.
Tengo ganas de ser más
disciplinado con la escritura. Tengo ganas.
Ganas.
Pero hoy
voy a comentar algo obvio. Alguien tiene que decir las cosas obvias. Hoy nos
toca a nosotros (yo, yo, yo y ese otro). La República Oriental del Uruguay es
un país centralista. PAHHHHHHH me zarpé. Con esto se me prenden los focos sobre
la cara.
Vamos a
mirar muy someramente algunos puntos sobre esta afirmación.
El héroe oriental
es Artigas (cada vez soy más incisivo en mis enunciados)
Un pelado
confederado que pretendía autonomía para las provincias que configuraban la Liga
Federal (como todos ustedes saben (es hermoso imaginar que hay gente que lee
esto) en este espacio somos artiguistas y defensores de la hermandad de la
cuenca del Plata.
Lo que fue
la (Gloriosa) Provincia Oriental, se transformó en la actual pequeña (-y en
varios aspectos- carente de sentido) República oriental del Uruguay (el famoso
volante central británico “Estado Tapón”).
El otrora proyecto confederado del
narizaguileño Artigas, devino en un pequeño Estado tapón y centralista.
Una idea
que se le cayó al que estaba en gran parte de las tapas de los cuadernos y
carné que nos daban cuando íbamos a la escuela, fue que una ciudad que tuviera
una fuerte estima hacia sí misma, que detentara gran poder político, y que
tuviera un fuerte ingreso comercial a través de su puerto, sería una peligrosa
candidata a ser capital de un posible estado confederado.
Obviamente,
hacemos un estado tapón ¿y qué más? Le damos el poder a Montevideo.
Soy
Montevideano, amo mi ciudad, me preocupa la actualidad y el devenir de la misma.
Pero creo firmemente en la autonomía. Vivir en la ciudad más grande de un país,
tener una cotidianeidad dinámica y saturada muchas veces deriva en una especie
de eclipse de ciertas realidades diferentes (y disidentes) que acaecen a la
interna de la república.
Ahora… ¿Cuál
es el problema fundamental?
Que un
pelado de saco y corbata sentado en un sillón en Montevideo tome decisiones muy
importantes sobre cosas que suceden en configuraciones de realidad que
realmente desconoce (y que probablemente no le interesa conocer) sin siquiera
ir a internalizarse sobre las construcciones de sentido a nivel diacrónico en
ese lugar. ¿Y entonces?
Que los
vecinos, y los pelados sabihondos (y los no tanto, pero que andan cortando
bacalao por ahí) oriundos del lugar, tomen decisiones sobre lo que ocurre en su
espacio. Coordinar, sí. Cobrar al grito y a la distancia, no.
Como dije,
esto es una obviedad. Pero en la tierra que nació pidiendo libertad,
independencia y autonomía, no es entendible como aún continuamos casi en un
feudalismo centralista: político, educacional, ideológico.
Dudo que alguno de los futuros candidatos a presidente de “orientalia”
esté leyendo esto.
Dudo que alguno de los futuros candidatos a presidente de “orientalia”
le importe esto.
Hoy me toca decir las obviedades…quizás mañana no.
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