Días atrás me encontré con las imágenes de una producción fotográfica
(de la revista Sábado Show, perteneciente al diario El País), en las que el
periodista Nacho Álvarez aparece disfrazado del Joker, más precisamente la
versión encarnada por Joaquin Phoenix en la película de 2019. Ver esto me
generó bastante rechazo. En principio lo asocie a lo bizarro y paupérrimo que
considero el desdoble que hacen muchas periodistas y comunicadores con el fin
de permanecer debajo de los reflectores. Pero además de eso, identifique en mí
cierto sentimiento de expropiación que me inquietaba. ¿Por qué expropiación?
Desde chico me ha gustado leer cómics de superhéroes, así como las películas de
ese subgénero. Entre mis favoritos siempre han estado los cómics, series y
películas de Batman; Y cuando uno es fanático de Batman, es fanático del rico
universo que componen sus villanos, entre los cuales el Joker tiene un lugar de
privilegio. Más cerca de comprender lo que me pasaba, deduje que estaba
presenciando como un producto artístico relevante en mi vida era manoseado por
una persona por la cual no siento ni la mínima afinidad, por decirlo de alguna
manera.
No contento con esta conclusión a la que llegue seguí pensando acerca
del Joker y como se lo estaba utilizando en la producción fotográfica ¿Qué
mensaje se quería dar al elegir a este personaje? Está claro que el Joker está
de moda, y ya desde hace un tiempo gracias a la representación de Joaquin Phoenix
ha alcanzado mayor estatus y exposición. Además de esto, supongo que quisieron
asociar la imagen de Nacho Álvarez con algunos aspectos propios del personaje,
la irreverencia, la provocación, la tendencia a atacar las estructuras y lo
instituido. Básicamente creo que intentan vendernos (de una manera cool) a
Nacho Álvarez como un rebelde que desafía al poder. Un antisistema.
Está claro que no considero que Nacho Álvarez sea un rebelde; pero pienso
que su imagen disfrazado como el príncipe payaso del crimen no solo es
representativa de lo que es el como figura pública, sino que es representativa
de todo el actual gobierno y sus aliados. Explicar esto último demanda
profundizar y trascender un poco el trato superficial que ha tenido la némesis
de Batman en el marco de la producción fotográfica que estamos analizando. El
Joker ha tenido infinitas versiones (esto hace imposible delimitar al personaje
en forma definitiva) pero la última versión cinematográfica del personaje ha
logrado conectar con los aspectos más complejos e interesantes de todas las
expresiones anteriores. La película retrata el viaje del villano. Como una
víctima puede transformarse en ese monstruoso victimario portador de una
violencia irrefrenable.
Es fundamental entender que, la visualización de esta trayectoria
no busca justificar las acciones que Artur Fleck (este es el nombre del Joker
en la Película) termina ejerciendo; sino que atribuye la responsabilidad del
desenlace no solo al individuo sino al contexto que lo rodea. Por lo tanto, el
Joker no es una figura antisistema, es un producto del sistema. Es la consecuencia
de la legitimación e instalación de la desigualdad, la verticalidad, la
violencia proveniente del uso del poder en forma arbitraria. De la vulneración
cotidiana y reinante en un sistema indiferente carente de mecanismos de
protección. Es así que el Joker es la expresión de la gran ironía que revela que,
el capitalismo, esa máquina de sueños donde todos somos libres para
alcanzar nuestras metas sin más límites que los de nuestras capacidades, es
también una máquina de picar carne donde la vida puede llegar a no valer nada.
Creo que el personaje busca transmitir que, aunque en la superficie el
mal se exprese como una trágica casualidad. Una anárquica explosión que aparece
en forma aleatoria para amenazar la norma; Esto es solo una máscara para ocultar
que en realidad la maldad es la norma.
Esta gran Ironía, esta gran broma macabra se expresa constantemente en
nuestra vida cotidiana y nos toca como individuos y como colectivos.
Por eso cuando veo a Nacho Álvarez intentar mostrarse como un rebelde
desacartonado y no como lo que es, un conservador reaccionario, me parece un
mal chiste. Como las bromas macabras que el Joker despliega. Es por esta razón
que el traje de Joker le calza bien no solo a él sino a toda el ala
conservadora que hoy nos gobierna ¿Porque acaso un presidente que se define
como defensor de las libertades individuales pero que luego atenta contra la
posibilidad de las mujeres de decidir sobre su cuerpo no es una broma? Así como
lo es un ministro comparando los feminicidios con el abigeato. ¿No es absurda
la imagen de un militar llamando peones serviles a parte del sistema político,
cuando la base del funcionamiento de los dispositivos militares depende de la
ejecución incuestionable de la verticalidad de los mandos?
Por suerte el arte es arte. Y sea producto de una despiadada industria
como Hollywood o de una trinchera propagandística de la derecha uruguaya, como
es el diario El País; Siempre será un terreno fértil para la
resignificación, la intervención y la transformación que no se nos podrá
arrebatar.